PRiMeRoS ENVioS ! ! !

Bueno! Bien, bien, bien!
La propuesta ya esta en movimiento, a continuacion los escritos que surgieron luego del PuNTaPie #1, a leer y a disfrutar "el juego", somos siete en la primer semana, algunos quedaron en enviar pero todavia nada. Esperemos esten bien.
"El proximo Puntapie corresponde a Jony"

Ale.

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"Es el momento en el que abrís la puerta y te vas adar un paseo por la mugre y entre todo eso aparecés vos".
Es en ese momento que te digo que este mundo san se acabó.
Es en ese momento que dejás caer tu paragua y tirás los papeles sucios sobre el piso fangoso.
Es en ese momento que me decís que no habrá otro amor,no habrá un pais de ideales, y no habrá un mar de olvido.
Es en ese momento que me agarrás, me sacudís, me mirás y me explicás que las cosas nunca marcharán como se esperaba.
Es en ese momento que me quitás la gorra para luego meterla sobre tu cabeza calva para esconder tu verguenza.
Es en ese momento que me llamás traidor, me vestís de vituperios, y me tumbás en la oscuridad de una noche cualquiera.”

Jony.

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"Es en el momento en el que abrís la puerta y te vas a dar un paseo por la mugre que, entre todo eso, apareces vos..."

Como siempre, con la misma cara de inocencia que me produce un rechazo instantáneo y que evita por enésima vez que me acerque.
Una especie de chillido de agudeza suprema retumbó en el vacío. Mi instinto pedía que corra, pero mi lado heroico y masoquista me empujaba a quedarme. Hubo otro grito. Con cautela caminé hasta la esquina y lentamente asomé la cabeza por la ochava. La imagen parecía sacada de un cuadro, allí estaba, con la ropa hecha harapos, boca abajo contra el piso, en completa inmovilidad.
Algo de ese morbo me atraía y me enredaba en pensamientos contradictorios cuando tu cara insulsa me sacó del aturdimiento.
Por primera vez me detuve en tu fisonomía. Eso que siempre consideré algo amorfo tenía ahora un resplandor distinto. El susurro fue escalofriante. La voz era siseante y empalagosa.
—Está muerta, salgamos de acá.
Había una seguridad extrema en las palabras. La mugre seguía allí, como otras mañanas y tu cara, ahora cercana, se empezaba a volver insoportable.
El espacio era chico y lo único que lo iluminaba era un tacho viejo y lleno de óxido en el que estaba encendido el fuego. Las moscas se apretaban sobre los mendrugos de pan que estaban desparramados por el piso entre los cartones y la ceniza. Todo era lúgubre y contrastaba con la expresión de nada que proyectaban tus ojos. Asquerosos ojos de mujer.
Una especie de chillido de agudeza suprema retumbó en el vacío nuevamente. De golpe me llené de soberbia y de impunidad. La mugre lo tapa todo me dije. Inclusive mi propia miseria.

LMG

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"Es en el momento en el que abris la puerta y te vas a dar un paseo por la mugre que, entre todo eso, apareces vos..."

Apareces vos, y tus ojos no me tocan,
te hablo, pero mi voz no te llega,
a ciegas, caminas por la oscuridad de mi ser,
perdida, buscas respuestas innegables, y no te llenan.

Mi voz te acaricia en un susurro,
sobresaltada buscas, buscas, esperas.

No, no puedes oirme..
El camino está oscuro y, mis pasos te siguen como fantasmas, ocultos en la sombra.

T.S.S

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"Es en el momento en el que abrís la puerta y te vas a dar un paseo por la mugre que, entre todo eso, apareces vos", te encontrás con mucha gente perdida, dando vueltas, sin explicaciones.Haces preguntas que nadie puede responder, y mientras te limpias un poco, todos deambulan hacia diferentes direcciones y es allí en el medio, que descubrís la soledad.Entre tanta miseria humana, quizás alguna puerta, por debajo sale un atisbo de luz, y curioseas para ver si del otro lado hay alguna forma diferente de encontrarte con alguien similar a vos.Pero por un momento te inclinas hacia un costado, miras por debajo de tus pupilas y sentís un leve reflejo que te da en la cara y allí soltás una gran carcajada que sacude todo el polvillo que te quedaba acumulado y empezás a sentirte un poco mas liviano.Y todo vuelve a rodar nuevamente. Todo, absolutamente todo.


Claudio di rocco

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“Es en el momento en el que abrís la puerta y te vas a dar un paseo por la mugre, que entre todo eso, apareces vos” sin mayor gesto en la cara, ciego.
en ese preciso instante en que llega la noche y los ojos caen cansados, sin sorpresa alguna, me miras...
Ahí, cuando no queda nada para compartir
y mis pensamientos se repiten como flashes,
en los que me veo congelado y partido en pedazos.
Te acordas de aquel pan viejo en la casa de la abuela, que siempre estaba en la bolsita de los mandados colgando, junto a la puerta del patio?
Así estoy yo…

Es en la mugre, pero en la de los días y las uñas!
en donde se esconden las peleas perdidas,
los derrotados,
la madrugada del imnsomio,
el tan debilitado aguante.

Veo un montón de vencidos en la tarde calurosa.
Veo un siglo despreocupado por el siglo que vendrá.
Cuanto tiempo mas viejo?! Cuanto tiempo mas!?

No soporto esa hora en la que los negocios abren y las persianas de las tiendas se enroscan mientras me duelen las tripas.
Aquel abrazo hermoso, con toda su magnitud, se quedo en el sueño aquel! del que desperté una mañana sin poder despertarme jamás.
Lloro cuando recuerdo el momento en que me fui como otras tantas veces
a la misma hora de siempre
Y en su lágrima quede ausente
Y culpable me declare inocente.

Me voy como se van los días, me voy mugroso.
Me voy con toda esta tierra sucia, debajo de la piel,
Debajo de las uñas.

Me voy y ciego es el momento…

Abrís la puerta y te vas
Viejo gato enmudecido
Rasgando las sobras y los principios.
Te vas.

Ale Sautu.


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"It's at the moment you open up the door and are about to take a walk through the filth when, during all this, you appear..."

and with a strained smile, you ask, "would you like to come have a beer with me?" You were wearing a maroon sweater and the usual tan dockers and sneakers with red socks. Your eyes were not blue but slaty. You did not look ascetic, only drawn and tense as if you needed a good night's sleep, but still unnervingly beautiful. I said yes to you because I did not know how to refuse smoothly. Your body moved with a proprietary sense of space. Walking alongside you, fast, to keep up, I felt I was on your territory.

You took me to a dim, warm neighborhood place on Amsterdam Avenue, near the Cathedral of Saint John the Divine, magnficently Gothic but unfinished like the ghetto it bordered. I was determined, once we sat down, to establish my own territory. But it was not a student hangout - men in work clothes, a couple of stout old women, black teenagers, Spanish girls with sharp voices. There was a world outside of school, close by. And in it you didn't look like a student.

Three years later and finished with school, we were still not lovers. We would meet for dinner in chummy places where they let us sit for hours. You pointed out that we liked the same sorts of things to eat, as if that were proof of affinity. What we chose were bloody steaks and pasta dishes in winy, garlicky sauces, bitter greens doused in vinegar, pecan pie without the whipped cream. We ate greedily and talked about our work. You said you were interested in what all that practicing did to my hands so I spread them out on the table, palms down. You remarked how much my hands had changed. You told me I now possessed hands that look like they do something.

We played a peculiar game of advance and retreat, with infinitely small, guarded moves. You considered that you had made your major move three years ago in that bar off Amsterdam Avenue and you were still waiting for a straight answer from me. I hedged, while we both went out with unimportant people whom we never discussed. I had a premonition that our becoming lovers would be an act of closure that this phase of my life, not a very happy phase but one of curiously suspended potential would come to a swift end.

It came after a few too many drinks at my best friend’s wedding reception. You were painting, working in a bar two nights a week and still digging ditches – the grime still underneath your fingernails, the smell of the dirt remained even after taking ten long showers – faint and sweet. I called you that night at the bar and said, “come.” At first you said no, thinking I had gone out with someone, gotten drunk and lonely. But I convinced you that was not it. That it was time.

And before the final consummation, I passed out. I knew I wasn’t going to be able to last and I apologized and you seemed amused. It was pitch dark when I woke. I sense someone there and got rigid with terror but I remembered it was you. You touched my face. It was an unknown hour and in the dark I felt like I was seeing you. You were not the composed and bantering man I knew in daylight. I had never made love to someone who loved me. I found something out. I found out how a woman might be content to do nothing but tend her body with a particular domestic appeal – content to wait in a vague mist of anticipation, for an hour of being made to feel like this. She could become a happy machine, greased and used and satisfied once a day, dormant and amorphous the remaining hours. Of course I couldn’t take this seriously – it was such an old-fashion sort of notion – but it left a faint wake.

And then there was a moment that night when I longed to say, I love you, but I held back. People say things at those moments and aren’t judged by them, everyone knows that – things like, You must never leave – but I felt this night could bear no more ambiguity. I would have to wait, for the luxury of saying that truth, till a moment when I was quite cool and you were quite sure of it anyway. That was the price.



Nicole.

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